La birome de Varela
Quizás valga la pena aquí recordar los detalles fundamentales que rodearon a ese gran invento que fue la birome que, allá por la década del 50 del siglo pasado, revolucionara en el mundo el arte de la escritura. Laszlo Biro era un técnico húngaro con grandes capacidades inventivas y extremadamente observador. En el año 1938, obsesionado como estaba por la escasa duración que tenía la tinta de las lapiceras a fuente, sintió una verdadera curiosidad por un aparato utilizado por las empresas viales que con una bola cargada de tinta marcaba las rayas blancas en los caminos asfaltados y pensó que quizás era posible, aplicando ese mismo procedimiento, hacer algo tan pequeño como una lapicera que pudiese durar mucho más tiempo en su carga. Lamentablemente ese invento efectuado en el viejo continente y que ponía en riesgo los intereses de industrias ya consolidadas no prosperó en su país y fue tentado entonces a viajar a la Argentina en donde en 1943 pudo llevar a cabo sus proyectos patentándose allí su invento como la conocida birome o bolígrafo, originada en su propio apellido. Tras una corta competencia con la lapicera a fuente fue justamente luego del final de la segunda guerra mundial cuando su invento terminó siendo adoptado universalmente como el principal instrumento de escritura luego de que el mismo ejército norteamericano en el año 1945 encargara a su empresa una monumental compra de biromes para sus efectivos militares.
La birome ha dado mucho que hablar en estos días no sólo porque la seguimos usando con mucha asiduidad, habiendo ya sustituido casi definitivamente a la lapicera a fuente, sino por el recuerdo que nos suscita el procedimiento sumamente científico que llevó a su creación. El inventor es generalmente un observador de cosas usuales, al alcance de cualquiera, pero que pueden llegar a revolucionar la historia por las consecuencias que pudiesen recabarse de las mismas. Indudablemente esa máquina vial que todos observaban en su funcionamiento solamente a una mente brillante y creativa podía inspirarle la creación de la famosa birome. Y esto viene perfectamente al caso porque no hace mucho tiempo el español Pedro Varela, una persona con título universitario en historia, dedicado a la investigación de los acontecimientos de ese trágico período que desencadenara la segunda guerra mundial constató, al observar los originales del famoso Diario de Ana Frank, que en los mismos había rastros de birome que no era el medio de escritura utilizado en esa época, pues recordemos que ese famoso texto fue escrito entre 1942 y 1944 cuando la misma no se comercializaba aun en Europa.
De ser cierto tal fundamental descubrimiento entonces tal pieza literaria resultaría un verdadero fraude ya que quedaba demostrado que no pudo haber sido escrito por la aludida joven. Recordemos al respecto que el mismo hoy ha sido convertido en lectura obligatoria en los principales planes de estudio de las escuelas del antiguo continente y tiene como finalidad dar sustento al famoso mito del Holocausto judío acontecido en Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Con el mismo se pretende brindar una justificación moral al Estado de Israel respecto de sus incesantes genocidios efectuados contra el pueblo palestino.
Hoy en día Pedro Varela, quien además de investigador es dueño de una importante librería de Barcelona especializada en la venta de textos alternativos respecto de los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial, se encuentra preso, pero cometeríamos un grave error si consideráramos que lo está meramente por vender libros que resultan inconvenientes para el sistema. Esto sería lo mismo que decir que a Galileo Galilei se lo enjuició por sostener la teoría heliocéntrica de Copérnico y no por sus investigaciones propias que ponían en duro cuestionamiento la ciencia oficial de la época. De la misma manera la Inquisición, que sigue existiendo en el antiguo continente, es suficientemente inteligente como para no perseguir a simples difusores de ideas, sino principalmente a aquellos que las originan como el caso de Varela con las profundas investigaciones que ha realizado.
En segundo lugar hay personas que también consideran que al investigador catalán se lo persigue por adherir a la ideología nazi. Ése sería un segundo error. No es lo mismo ser nazi que negar el Holocausto o repudiar al sionismo. Es más hay hoy en día varios nazis –y no es por supuesto el caso de Varela- que se codean con judíos sionistas en función de un rechazo compartido que poseen hacia el fundamentalismo islámico (1). Lo esencial en el caso de las persecuciones inquisitoriales que existen en el viejo continente y también en el nuevo se refiere principalmente a contrastar con quienes combaten, como el caso puntual de Varela a los mitos fundacionales del sionismo, como el Holocausto y sus distintos dogmas sagrados respecto de los cuales hoy en día sucede como con la antigua física geocéntrica de Aristóteles de la cual no se podía dudar como en el caso de Galileo sometido a severos vejámenes por haber cometido semejante herejía. Varela ha pues dudado de un dogma sagrado como es la autenticidad del diario de Ana Frank, lo cual es equivalente a que en otras épocas alguien lo hubiese hecho respecto de la inmaculada concepción de la Virgen María. Y creemos que en todos los casos los procedimientos a adoptar deben ser los mismos. En vez de condenar y castigar, una idea debería ser contrastada con otra, una prueba con una contraprueba. Es decir que, a pesar de sus iluminismos y democracias, Europa sigue siendo la misma cuna de la intolerancia y la cárcel de Varela es el mejor ejemplo de ello.
Finalizaremos esta nota por la que queremos sumarnos al pedido colectivo de libertad al investigador español injustamente encarcelado dando a continuación el sitio de Internet donde puede encontrarse su fundamental texto titulado “El fraude del Diario de Ana Frank” http://www.rafapal.com/?p=672
(1) Para el sionismo el nazismo no representa el verdadero enemigo sino que es en todo caso el término que se utiliza para descalificar a las personas. El mejor ejemplo de ello lo hemos tenido con el famoso caso del escritor chileno Miguel Serrano. El mismo, nazi confeso, en una obra titulada ‘Adolf Hitler, el último avatara’, llegó a defender las tesis marcionitas de la antigüedad por las que se afirmaba que los judíos no eran humanos como todos nosotros en tanto creación de una divinidad mala, el dios Tifón Jehová . Y bien, Serrano, a pesar de tal postura radicalmente antijudía, pudo hacer una importante carrera diplomática en su país, jubilándose sin inconvenientes y vivir sin ser molestado mayormente. No ha sucedido en cambio así con personas que, no siendo nazis, sin embargo han manifestado una actitud abiertamente hostil hacia el sionismo y han sugerido, a diferencia de los otros, la necesidad de buscar una alianza con sectores islámicos fundamentalistas para combatirlo. El ejemplo más cabal ha sido el de un muy allegado nuestro que, al viajar a Perú por razones académicas, fue inmediatamente calificado por la prensa de tal país como un importante líder nazi al que se le achacara incluso la voladura de la mutual judía de Buenos Aires. Tal como vemos la palabra nazi es utilizada hoy en día no en su sentido estricto y científico sino como un término de descalificación.