Pedro Varela: Cartas da Prisão

Via Patriotas.Es

Nuestros antepasados de la Revolución Francesa creían sinceramente en la existencia de los derechos del hombre y del ciudadano. No sospechaban que tales derechos nunca habían sido comprobados por la observación, que son sólo construcciones del espíritu. En verdad, el hombre no tiene derechos sino necesidades. Estas necesidades son observables y mensurables. Para el éxito en la vida es necesario que sean satisfechas. El derecho es un principio filosófico. La necesidad, un concepto científico. En la organización de nuestra vida colectiva hemos preferido nuestros caprichos intelectuales a los datos de la ciencia, y el triunfo de las ideologías consagra la derrota de la civilización.
- Alexis Carrel en La Conducta en la Vida

Cuando usted lea estas líneas me encontraré camino de prisión, cumpliendo una condena privativa de libertad.
¿Cuál ha sido mi crimen? No se asuste, no soy culpable de asaltar bancos (lo cual estaría hasta cierto punto justificado para muchas familias J), comerciar con drogas, falsificar billetes, asesinato con premeditación, ni trata de blancas… sino de un mero delito de opinión.
¿Delito de opinión? Sí, en nuestro país existen, en pleno siglo XXI, y por muy increíble que resulte, libros, escritos, investigaciones, pensamientos, ideas, en definitiva: opiniones prohibidas. ¿Prohibidas? Efectivamente, no hemos encontrado lugar alguno donde así conste; pero los hechos, la REALIDAD, que es lo que cuenta, es que se secuestran libros, son enviados a la hoguera (no de forma figurada) y se condena a prisión a quien los edite o distribuya.
¿Mi delito? Haber puesto al alcance del público libros heterodoxos. Habrá algo más, ¿no? No, nada más. Siquiera soy el autor de los libros, simplemente los he puesto a disposición de los interesados. Es cierto, además de libros he organizado conferencias de los autores y presentaciones de los nuevos títulos, a menudo boicoteadas por la chusma callejera, pero mucho más a menudo aún, por las autoridades togadas y uniformadas.
Cierto, que yo sepa no existe un Índice de libros prohibidos en España. Tampoco hay autores prohibidos ni, en teoría, ideas prohibidas. Ni tan siquiera hemos podido encontrar al Censor o Gran Inquisidor responsable de llevar a cabo dicha represión. Aunque sí a quienes se han auto-investido como tales.
Pero el Poder tiene sus resortes, sus comisarios soviéticos, sus demonizaciones, para conseguir que el público aplauda cuando, tras convencerles de que tiene la rabia, se dispone a neutralizar al disidente para enviarlo a las sombras, colocándolo fuera de la Humanidad y fuera de la ley.
Las escusas que proponen son varias y terribles: algunos de los libros que publico o sus autores (recordémoslo, no soy siquiera autor de los mismos) fomentarían el odio y la animadversión hacia ciertos grupos humanos. Si un autor, por ejemplo, denuncia el poder de la alta finanza internacional en manos de sionistas neoyorquinos, los Grandes Inquisidores hacen una lectura sesgada de la obra para concluir que Pedro Varela (el editor) forzosamente “odia” a dichos sionistas y “los cree culpables de todos los males del mundo” (sentencia judicial). Si otro autor llega a la conclusión de que la inmigración masiva forzada acabará con la diversidad de los pueblos y naciones del planeta y, para empezar, con la Europa blanca que los recibe; realizan una nueva lectura sesgada deduciendo que Pedro Varela, por haber publicado a dicho autor, “fomenta el odio” contra los pobres inmigrantes, que a lo sumo serían objeto y no autores de dicha política de sustitución de la población autóctona europea.
Pero van más lejos. Si un autor investiga a fondo ciertos mitos históricos y llega a la conclusión de que la versión oficial no concuerda con los hechos, ya no pueden perseguir al autor, ni al editor o librero por este hecho (según sentencia 235/2007 del Tribunal Constitucional). ¿Pero se contentan con la decisión del alto tribunal? Desde luego que no. Entonces realizan contorsionismo jurídico para afirmar que Pedro Varela, el editor, aunque puede negarlo o dudarlo, según la Constitución, sin embargo “justifica el (supuesto) holocausto” (¡y por tanto promueve dicho supuesto crimen en el que ni siquiera cree!). “Crimen” que algunos de estos historiadores revisan a fondo para poner en entredicho. Y eso queda evidenciado, continúan alegando, por el hecho de que este editor “fuera de la ley” publica asimismo textos facsímiles de autores alemanes de una época histórica de Europa concreta. ¿Un libro sobre economía nazi y cuál fue su solución al paro y a la crisis económica? Fomenta ¡el holocausto! Un libro sobre las diferencias de IQ (coeficiente intelectual) en las poblaciones de EE.UU. según el investigador judío H. J. Eysenck? ¡Sin duda el editor pretende fomentar el odio a las minorías (bien pronto mayorías) raciales! ¿Un documento histórico como el Mi Lucha de Hitler (es decir como el Libro Rojo de Mao o El Capital de Marx)? Ya no es parte de la Historia universal, sino un instrumento para promover el odio e incitar al crimen… ¿Un autor pone en evidencia la concomitancia entre Sionismo político, lobby judío americano, alta finanza internacional y anti-cristianismo militante (como hace el israelí Israel Shamir)? Lo que pretende el editor del judío Shamir (es decir el que esto suscribe) es que el mundo odie a los sionistas…
Pero la realidad es que para ellos soy un heterodoxo, y por eso me consideran un enemigo ideológico del Sistema. Por eso me quieren fuera de circulación, no por otra cosa.
En realidad se trata de que el público no pueda llegar a leer ciertos textos, pensar por sí mismo y, sobre todo, que a pesar de ello se siga creyendo con la libertad de comprar los libros que le vengan en gana.
Aquí no podemos extendernos y es tema para una próxima carta, pero baste con recordar que la “Invención de delitos raciales” era una de las 11 recomendaciones principales para la transformación y disolución de la Europa Cristiana según los “intelectuales” de la Escuela de Frankfurt. Otra era promover “Grandes migraciones para destruir la identidad cultural de los pueblos”; así como “El vaciamiento de las iglesias”, implementar “Un sistema legal desacreditado con prejuicios contra las víctimas del delito y no contra los victimarios”, fomentar la “Dependencia del Estado y de sus beneficios”, “Control y estupidización de los medios de comunicación” o “Fomentar la desintegración de la familia” entre otros. La elección es ahora entre nacionalismo defensivo e internacionalismo alienante; es decir, según los censores ideológicos, entre “antisemitismo” y “pro-semitismo”. Si no estás con ellos y a su servicio, estás forzosamente en su contra y pretendes enviarlos sin duda a la “cámara de gas”.
Si un editor promueve autores y pone a disposición del público libros que denuncian dicho plan criminal, debe ir a la cárcel. ¿Se puede hablar de prevaricación del Poder en este caso? En cualquier caso han optado por la vía de la ultrasolución. La prevaricación de parlamentarios, fiscales, jueces o investigadores policiales no sólo es un delito gravísimo; también lo son, al margen de cuál sea la sentencia, las consecuencias del enjuiciamiento mismo, que implica la privación de libertad de un hombre, la cancelación efectiva de los derechos y libertades públicas de quienes querían acceder a esos libros secuestrados, y el cuestionamiento de la autoridad moral del editor, condenado a prisión como un vulgar criminal. Los argumentos para dar vía libre al procedimiento y condena contra el que esto suscribe (lo afirmado en la denuncia y condena “no es algo que pueda considerarse ab initio ajeno al tipo penal de la prevaricación, al menos como hipótesis”) han sido empleados por fiscales y funcionarios policiales audaces contra Varela. Seguramente hay muchas personas contrarias a las iniciativas del Poder para limitar la libertad de lectura, investigación, información, expresión, edición o difusión, sea cual sea el “crimen” con el que lo disfracen. Sin duda, muchas más que aquéllas que favorecen la represión, minoría ofuscada que detenta los resortes del poder real. Lo cual tal vez explique en parte esta maniobra represiva aparentemente imparable que nos anega.

Pedro Varela

AYUDANOS

¿Puede usted ayudarnos a llevar a cabo esta lucha por la libertad de Pedro Varela y la reedición de los libros secuestrados y destruidos?

La Caixa: 2100-0856-98-0101754099

Concepto: LIBERTAD PEDRO VARELA

http://libertadpedrovarela.over-blog.com

Pedro Varela condenado por vender livros

Via O Fogo da Vontade

Pedro Varela, o proprietário da Libreria Europa, acaba de ser condenado em Espanha a 1 ano e 3 meses de prisão, pelo crime de “difusão de ideias genocidas”!?
Esclarecendo: Pedro Varela foi condenado à prisão por vender livros. Nada mais. O problema é que alguns desses livros contestam a historiografia oficial do holocausto judaico e no Ocidente os interesses judaicos determinam os limites daquilo que podemos dizer e pensar.
Que liberdade existe quando não há liberdade para duvidar dos factos oficiais, seja de que história for? Se o holocausto aconteceu e se aconteceu como é apresentado pelos sistemas de poder no Ocidente, por que é que têm medo que as pessoas possam ler opiniões divergentes e ser apresentadas a outros dados? Se o sistema não confia na capacidade das populações distinguirem a verdade num assunto que é supostamente tão evidente como o holocausto, o que é que isso diz sobre a capacidade da democracia funcionar com base no voto e na capacidade de decisão das populações?
Há quem, perante esta decisão do sistema judicial espanhol, lembre o livro de Ray Bradbury, “Fahrenheit 451”. Nessa famosa ficção somos transportados para uma realidade em que as pessoas estão proibidas de ler livros, são detidas se tiverem livros e estes são queimados…mas a verdade é que esta realidade ultrapassa aquela ficção. Porque naquela ficção a censura era evidente e declarada. Na nossa realidade, ela é dissimulada, o sistema não nos impede de ler ou publicar livros, o sistema até encoraja determinada leitura, porque a sua propaganda também se faz dessa forma. Não! Na nossa realidade só alguns livros são perigosos, só alguns livros não devem ser escritos ou editados… e são “eles” que decidem o que “nós” podemos ler.
Uma nota final para o imenso silêncio que, mais uma vez, se fez sobre esta condenação. É impressionante que entre tantos dedicados defensores da liberdade que existem nas sociedades ocidentais, as pessoas possam ser presas por vender livros sem o mínimo ruído. Terrivelmente revelador.

Tradição e Revolução

«Uma vez vistas as coisas claramente nestes termos, é necessário examinar a fundo as próprias ambições “revolucionárias”, tendo no entanto em conta que se estas ambições forem remetidas aos seus limites legítimos, limitar-nos-emos a ser parte das equipas de demolição. Num nível mais elevado encontram-se aqueles que ainda se mantêm realmente de pé. A sua palavra de ordem é Tradição, segundo o aspecto dinâmico que já coloquei em evidência mais acima. Como já dissemos, o seu será o estilo de quem, quando as circunstâncias mudam, quando as crises ocorrem, quando novos factores entram em acção, quando os diques anteriores começam a ceder, mantém o sangue frio, sabe abandonar aquilo que tem de ser abandonado de modo a não comprometer o essencial, sabe avançar estudando impassivelmente formas adaptadas às novas circunstâncias e com elas sabe impor-se, de modo tal a restabelecer ou manter uma continuidade imaterial, evitando toda a acção privada de base e aventureirista. É esta a missão, é este o estilo dos verdadeiros dominadores da história, bem diferente, mais viril do que o simplesmente “revolucionário”.»

- Julius Evola, Os Homens e as Ruínas

A "tolerância" democrática em acção

Pedro Varela, proprietário da Libreria Europa, poderá ser preso. O seu crime? Vender livros...


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O significado interior da raça

Desde há muito que a linguagem comum tem a expressão: um homem de raça. De maneira geral, este era um conceito aristocrático. De entre a massa dos seres comuns e medíocres destacavam-se seres “de raça”, no sentido de seres superiores, “nobres”. Uma tal nobreza, no entanto – convém lembrá-lo – não tinha necessariamente significado heráldico: tipos do campo ou de um povo honesto e são podiam dar essa impressão de “raça” da mesma maneira que dignos representantes de uma verdadeira aristocracia. (…)

Não só a palavra “raça”, mas também a palavra “sangue”, tiveram na linguagem comum um significado vivo e preciso, longe de qualquer referência biológica ou científica. Diz-se que “o bom sangue não mente”. Fala-se de um “instinto do sangue”. Há insultos que são sangrentos. Há situações contra as quais “até o sangue” se revolta. O que significa tudo isto? Nas profundezas de cada ser humano, muito além da área dos conceitos abstractos, do raciocínio discursivo ou das convenções derivadas da vida social, existem instintos com uma forma determinada, existe a capacidade para reacções directas e absolutas, que são normais no “homem de raça” mas que se manifestam apenas esporadicamente no homem comum, em casos extremos, nas provas mais sérias da vida.

Falamos aqui de impulsos que pertencem à pura vida animal e biológica? Seria imprudente afirmá-lo. As forças em questão, os instintos do “homem de raça”, longe de serem apêndices dos instintos animais, frequentemente contradizem-nos e impõem à existência uma norma superior, tornando natural e espontânea tanto a obediência a uma certa “linha” como um certo estilo de domínio, de tensão interior, de afirmação. As reacções da raça apenas têm em comum com os instintos animais o carácter de imediatez e precisão: não decorrem do raciocínio e de considerações intelectuais, mas são pelo contrário espontâneas e manifestam a plenitude de todo um ser. De facto, elas ultrapassam o intelecto, já que se manifestam de formas especiais, directas, de sensibilidade, de juízo, de reconhecimento. O homem é conduzido pela raça, pelo sangue, a evidências inquestionáveis, que, no seu próprio plano, são tão directas como as que são proporcionadas pelos sentidos sãos e normais. Da mesma maneira que ninguém questiona porque é que a cor vermelha é vermelha, também, evidências igualmente naturais e precisas são próprias do “homem de raça”, enquanto que o homem “moderno” intelectualizado e degenerado apalpa o caminho à sua frente, por assim dizer, procurando remediar a perda da faculdade de ‘ver’ com a de ‘tocar’ socorrendo-se do intelecto discursivo, frequentemente com o único resultado de passar de uma crise para outra ou de adoptar critérios meramente conformistas.

É neste plano que a raça deve ser entendida e vivida. A raça vive no sangue, ou antes mais fundo do que o sangue, numa profundidade onde a vida individual comunica com uma vida mais do que individual, que não deve ser compreendida, no entanto, de forma naturalística, como “vida da espécie”, mas como uma ordem na qual agem forças espirituais. (…)

A ciência pode realçar a importância da raça através dos resultados alcançados pela genética e pelas teorias da hereditariedade, demografia e patologia. Tudo isto pode contribuir para o despertar do sentimento de raça, mas não o pode criar. O sentimento de raça é uma reacção interior para a ocorrência da qual um ‘mito’ – mito entendido como ‘ideia-força’ – é mais útil do que considerações científicas. E esse mito já o indicamos: raça significa superioridade, plenitude e autoconfiança da vida. Existem seres comuns e existem seres “de raça”. Qualquer que seja a classe social de que provêem, tais seres formam uma aristocracia. Uma herança remota e misteriosa vive ainda neles.

É por isso que o racismo tem o valor de um teste, de um reagente, mesmo nas suas formulações mais gerais. As reacções desta ou daquela pessoa em relação à ideia racista são uma espécie de barómetro que nos mostra a “quantidade” de raça que se pode encontrar na pessoa em questão. Dizer sim ou não ao racismo não é apenas uma divergência intelectual, não é algo subjectivo e arbitrário. Diz sim ao racismo aquele em quem a raça ainda vive; opõe-se-lhe e procura em todo o lado álibis que justifiquem a sua aversão e que desacreditem o racismo, aquele que foi internamente derrotado pela anti-raça e em quem as forças originais foram sufocadas por detritos étnicos, por processos de cruzamento e degeneração, ou por um estilo de vida burguês, débil e “intelectualoide” que perdeu por gerações qualquer contacto com tudo aquilo que é verdadeiramente originário.


– Julius Evola, “Elementos para uma educação racial”

Foi a revolução francesa uma vingança dos Templários?

Um historiador francês observou que apesar de hoje se reconhecer que as doenças do organismo humano não nascem sozinhas, mas que se devem a agentes invisíveis, a micróbios e bactérias, no que se refere às doenças desses maiores organismos que são as sociedades e os Estados, doenças correspondentes às grandes crises históricas e às revoluções, pensa-se que aqui, pelo contrário, as coisas sucedem de outra forma, quer dizer que se trataria de fenómenos espontâneos ou devidos a simples circunstâncias exteriores, apesar de nas mesmas poderem ter actuado com grande vigor um conjunto de forças invisíveis similares aos micróbios nas doenças humanas.
Escreveu-se muito a respeito da Revolução Francesa e sobre a causa que a originou; habitualmente reconhece-se o papel que, pelo menos como preparação intelectual, tiveram certas sociedades secretas e especialmente a dos denominados Iluminados. Uma tese específica e mais avançada é aquela que a tal respeito sustenta que a Revolução Francesa tenha representado uma vingança dos Templários. Já num período extremamente próximo àquela revolução juntou-se uma ideia semelhante. Seguidamente De Guaita haveria de retomá-la e aprofundá-la.
A destruição da Ordem dos Cavaleiros Templários foi um dos acontecimentos mais misteriosos da Idade Média. Os Templários eram uma Ordem cruzada de carácter tanto ascético como guerreiro, fundada em 1118 por Hugues de Paiyns. Exaltada por S. Bernardo na sua Laude de la nueva Milicia, haveria de tornar-se rapidamente numa das ordens cavalheirescas mais ricas e poderosas. De forma improvisada em 1307, a mesma foi acusada pela Inquisição. A iniciativa partiu essencialmente de uma figura sinistra de soberano, Filipe O Belo de França, que impôs a sua vontade ao débil Papa Clemente V, conseguindo para si as grandes riquezas da Ordem. Acusava-se os Templários de professar só em aparência a fé cristã e de ter um culto secreto e uma iniciação alheia ao cristianismo e mais ainda anti-cristã. Como foram as coisas verdadeiramente é algo que não se pôde nunca saber com exactidão. De qualquer forma o processo concluiu com uma condenação: a Ordem foi dissolvida, a maior parte dos Templários foi massacrada e terminou na fogueira. Foi queimado também o Grão-mestre Jacques de Molay. Este justamente na fogueira profetizou os dias da morte dos responsáveis da destruição da Ordem, do rei e do pontífice. Filipe o Belo e Clemente V haveriam de morrer exactamente dentro dos termos profetizados pelo Grão-mestre Templário para apresentar-se perante o tribunal divino.
Diz-se que alguns Templários que se salvaram do massacre se refugiaram na corte de Robert Bruce, Rei da Escócia, e que se integraram em certas sociedades secretas preexistentes. De qualquer modo, de acordo com a tese mencionada ao inicio, certas derivações dos Templários teriam continuado de maneira subterrânea até ao próprio período da Revolução Francesa e teriam preparado, como uma verdadeira vingança, a queda da casa de França.

- Julius Evola

(A conclusão deste texto será publicada no próximo Boletim Evoliano)

Cuadernos Julius Evola

A partir de 15 de Outubro. Mais informações aqui.

Identidade

Liberdade. Passei a vida a cantá-la, mas sempre com a identidade no pensamento, ciente de que é ela o supremo bem do homem. Nunca podemos ser plenamente livres, mas podemos em todas as circunstâncias ser inteiramente idênticos. Só que, se o preço da liberdade é pesado, o da identidade dobra. A primeira, pode nos ser outorgada até por decreto; a outra, é sempre da nossa inteira responsabilidade.

- Miguel Torga

Meditações na Cartuxa



Uma pálida paisagem invernal de campos espargidos de neve e charcos de água. Esqueletos negros de árvores desnudas. Um alto céu de zinco. Um grande silêncio. Nesta solidão, levada desde uma altura, surge à clara linearidade de uma fachada de igreja, a que se enlaça um alto cerco, mais além do qual se vê uma série regular de edifícios pequenos. Na parte dianteira, uma explanada com uma grande cruz negra. A entrada está fechada – dir-se-ia que desde tempos remotos – com uma pesada parada negra de madeira esculpida. Um símbolo: sete estrelas ao redor de uma esfera com uma cruz em cima, acompanhada da frase: «stat dum volvitur orbi». Tal é a Cartuxa de Hain, perto de Düsseldorf.
A Ordem dos Cartuxos encontra-se entre as poucas sobreviventes da tradição contemplativa ocidental. Surgida em 1084, segue a mesma até os dias de hoje – ou seja, durante quase nove séculos – manteve sem modificações sua regra e sua constituição. Por quase nove séculos alguns homens separados do mundo praticaram a mesma ascese e cumpriram os mesmos ritos, nas mesmas horas repetiram idênticas orações; rimaram sua jornada de uma mesma maneira, que não deixa quase margem alguma ao arbítrio individual, através do uniforme desenvolvimento das estações, dos anos, dos séculos. A imutabilidade, representada pela cruz, por cima do movimento do mundo, é o sentido do símbolo e da divisa latina, aqui citada. Mas a cruz sobre uma esfera naquele particular modo foi também o antigo signo do poder universal…
«Wir haben úberhaupt keine Ruhe» – disse-nos sorrindo um dos «patres» cartuxos, ou seja: não temos nem um momento de descanso, de trégua. É o oposto do que se imagina habitualmente sobre a vida contemplativa. A regra cartuxa não deixa um só instante inactivo o sujeito: a totalidade da jornada encontra-se rigorosamente subdividida, de modo tal que a cada hora corresponde uma tarefa precisa, um certo acto ritual, uma determinada realização litúrgica, com um único breve intervalo de trabalho manual para interromper uma tensão interior que de outra maneira seria insustentável.
O isolamento e silêncio são conhecidas regras dos Cartuxos. Toda Cartuxa está construída de acordo com um mesmo tipo arquitectónico. Um jardim claustral no centro também serve de cemitério – um cemitério no qual o “homem” não figura – há ali tão só cruzes negras, sem nome. Em seu redor, e separadas uma das outras, encontram-se dispostas as habitações, em que cada cartuxo concentra o seu trabalho, as suas orações, a sua ascese: ali ele come, vela, descansa, encontrando-se com os outros tão-só no templo, para as acções litúrgicas colectivas, ou em raras solenidades, em que se celebra uma comida em comum: na clara severidade de um refeitório, no meio da parede de fundo, em lugar elevado, toma o lugar o Prior, concebido, na Ordem, quase como uma manifestação vivente de Cristo e investido de uma suprema autoridade.
O silêncio do cartuxo não é interrompido senão para um uso sagrado da palavra, para o ofício litúrgico: seja ele diurno ou nocturno. No meio da noite invernal, baixo o sinal do sino, luzes vacilantes surgem quase simultaneamente, desde a obscuridade entre as lentas porções de neve, para iluminar as estranhas sombras brancas encapuçadas que se encaminham com as suas lanternas até à capela. Ali tomam silenciosamente o seu lugar; e as luzes são apagadas. Tudo permanece numa penumbra diáfana. Alguns minutos de recolhimento, logo, depois de um breve e seco golpe, inicia-se a liturgia. É um rude canto gregoriano sem acompanhamento, sem variedade de tons: é um ritmo, que recorda as melodias árabes, mas que na sua monotonia encerra uma muito mais alta intensidade espiritual que acusa uma espécie de insensível anelo ou ímpeto, que seria sumamente difícil de descrever: é como conduzir-se até um limite, que se é incapaz de transcender, ainda estando totalmente desapegados do vínculo terreno. Entre os temas principais do canto, proposto por uma ou outra voz, intercalam-se pausas de recolhimento, que dão uma impressão mais forte: são momentos de um silêncio vivente, de um silêncio intenso, nos quais se diria que está presente “algo” no templo, uma força já diferente de todas aqueles que se encontram ali em recolhimento. O rito nocturno alcança às vezes três horas de duração. Ante um novo sinal, as sombras brancas apartam-se da penumbra, movem-se, as lanternas são acesas novamente, os «patres» retornam às suas residências para voltar a encontrar-se algumas horas mais tarde para o ofício da alvorada. Os cartuxos não se ajoelham nunca. Inclinam-se profundamente, ou nos momentos mais importantes, se recostam no solo como se tivessem sido abatidos.
Foi-nos dito em Hain para não termos ilusões a respeito do futuro da Ordem. E em verdade, especialmente em nossos dias, para muitos não existe nada mais anacrónico que a pura vida contemplativa. Inclusive em vários ambientes católicos acredita-se que o religioso pode ainda ter uma função tão-só deixando de lado a ascese passando a uma acção militante ou proselitista, em directo contacto com as forças do mundo e da história.
É um facto irrebatível que desde há muito o Ocidente identifica a acção com as suas modalidades mais exteriores, materiais e contingentes, pelo que se concebe como inércia ou fuga tudo aquilo que, ainda não sendo para nada não-acção (a vida ascética, ademais das renúncias, implica uma disciplina e uma concentração interior pelo menos tão grande como as próprias de qualquer “homem de acção”) não se deixa remeter a semelhantes modalidades. Ademais existem as confusões próprias de quem, encerrado no horizonte mais grosseiramente sensível, pensa que só as forças materiais e outros modos directos de combater e resistir sejam os decisivos e determinantes na história.
Donoso Cortes, que foi também um homem de acção pública, afirmou que para que uma sociedade seja firme “é necessário que exista um certo equilíbrio, conhecido tão só por Deus, entre a vida contemplativa e activa.” A necessidade de que o mundo mutável e incerto da acção encontre seu complemento e quase diríamos seu eixo no imutável da verdadeira contemplação – ou seja de uma interioridade virilmente desapega e projectada até à transcendência – foi reconhecida por qualquer civilização normal, até aquela em que Dante e Frederico II foram seus expoentes. E, em relação com isso, foi também concebida a realidade de uma acção de outro género, de uma acção silenciosa, compreendida em função de estabelecer “contactos”, de mover forças que, por ser invisíveis, não são menos eficazes que as puramente humanas, pois só através da via da ascese e do rito podem ser alcançadas. É sobre esta base que toda doutrina tradicional define que os ascetas devem estar ao lado dos guerreiros, que a contemplação ilumina, justifica e converte em absoluta a acção, que homens adequadamente dotados cumprissem de maneira ininterrupta, com sua aparente retirada do mundo, com a função de vincular a realidade humana com uma realidade mais que humana. Pontifex, antigamente, significava para os romanos “fazedor de pontes”. Uma antiga fórmula nórdica era: “O que é chefe que seja ponte…”
Um mundo que não queira ser de agitados, mas sim de seres que conheçam verdadeiramente a acção e saibam dominá-la, deve ter em conta tudo isto, evitando perigosas unilateralidades. Por certo hoje mais que nunca trata-se de apartar do modo que seja todas as forças evocadas a fim de actuar e de combater este mundo. Entretanto, pode-se também pensar que se nos últimos tempos as coisas não estão ainda piores, isso não se deve tão só aos chefes visíveis dos povos, mas pelo menos em igual medida à acção invisível e silenciosa de poucos seres espalhados e ignotos, neste como em outros continentes, que manterão, todavia, de alguma maneira, as relações entre o mundo visível e o mundo superior. Mas ainda é possível que para o olho "da outra margem" seja justamente estes que aparecem como os únicos pontos luminosos e firmes num mundo de névoa e agitação, como pequenas fogueiras acendidas na noite por parte daqueles que “velam” e que ainda se mantêm de pé.
Aqui por suposto que não pretendemos referirmos a ascetas de uma determinada fé ou tradição e não tratamos do problema relativo à medida, na qual as formas sobreviventes de ascese realizam verdadeiramente a mencionada função. Porém, a Europa apresenta hoje traços de similitude com aquele período de convulsão no qual, como reacção, surgiram as primeiras Ordens monásticas ocidentais. E muitos espíritos, incapazes de encontrar os mais altos e originários pontos de referência, dirigem-se hoje para o catolicismo. Não é nossa função entrar em tais problemas; entretanto um ponto nos parece claro: não é sendo indulgente até atitudes militantes que às vezes confluem inclusive no plano das motivações políticas e sociais, não é insistindo em veleidades proselitistas e apologéticas, não é buscando compromissos com o pensamento “moderno” e inclusive com as ciências profanas de hoje em dia, e sim se desapegando decididamente, insistindo tão-só no ponto de vista da ascese, da pura contemplação e da transcendência, que a Igreja poderá quem sabe, dentro de determinados limites, voltar a converter-se verdadeiramente numa força e assegurar-se assim uma inviolável autoridade. Se, justamente em tempos como os modernos em que o mundo da acção atingiu um paroxismo sem comparação alguma na história, quase por contraposição, deixando tudo mais, subordinando qualquer ambição semi-temporal, se deveria dar um relevo mais decidido ao pólo da pura transcendência e da ascese, e que uma força encontre na outra seu equilíbrio, e que nas horas mais angustiantes e nas provas mais duras a cada um seja dado a possibilidade de transfigurar todo o sacrifício e toda luta e de achar inclusive na morte a via até uma vida superior.

- Julius Evola em La Stampa, Fevereiro de 1943

A autarquia económica (II)

É bem conhecida a fórmula marxista segundo a qual “a economia é o nosso destino”, assim como a interpretação da história em função da economia relacionada com essa fórmula. No entanto, o determinismo económico é reconhecido igualmente por muitas correntes diferentes do marxismo e até opostas. É oportuno referir que semelhante fórmula é absurda em si mesma mas que, infelizmente, deixa de o ser quando observamos o mundo moderno, em que o homem lhe confere cada vez mais autenticidade. O homo œconomicus puro é uma abstracção, mas, como tantas outras abstracções, pode tornar-se uma realidade pelo processo de atrofia e absolutização de uma parte em relação ao todo: quando o interesse económico predomina, é natural que o homem sucumba às leis económicas e que estas adquiram carácter autónomo até se afirmarem outros interesses ou intervir um poder superior.

Que o “homem económico” não existe, foi o ponto de vista de Mussolini, que lhe opôs o “homem integral” (1933). A sua ideia era que “a política dominou e dominará sempre a economia”, relevando nesse contexto que o que se concebeu como destino do homem “foi criado nas suas três quartas partes por abulia ou pela vontade” (1932). Neste ponto, regressamos às perspectivas de Spengler. Estudando as formas com que um ciclo de civilização que chega ao fim se reveste (a descida da Kultur ao nível da Zivilisation), Spengler atentou justamente na fase em que a economia se torna soberana, ou seja, quando se realiza a união entre a democracia, o capitalismo e a finança. Tal união demonstra, aliás, o carácter ilusório das “liberdades” reivindicadas nos nossos dias já que, como é evidente, as “liberdades políticas” não são absolutamente nada sem a liberdade ou autonomia económica, e isso tanto no domínio individual como colectivo. Neste último, porque, num regime democrático, são os grupos detentores de riqueza quem controlam a imprensa e os meios de formação da “opinião pública” e da propaganda, no domínio individual e prático, porque o acesso às diversas “conquistas” da civilização moderna, técnica e económica e a sua prosperidade aparente, é pago com outras tantas alienações do indivíduo, pela sua inserção cada vez mais rigorosa na engrenagem colectiva movida pela economia. Perante isto, as “liberdades políticas” não passam de coisa ridícula.

Spengler previu uma fase sucessiva a que chamou “política absoluta” e pô-la em relação com o aparecimento desses novos chefes de tipo problemático a que já nos referimos. Todavia, sem esquecer as reservas que avançámos a esse respeito, podemos retirar de uma visão desse tipo a ideia de uma possível mudança de situação sob o impulso de um Estado forte baseado no destacado princípio da autoridade que podia pôr travões ao “gigante desenfreado”, a economia como destino. A expressão “gigante desenfreado” foi forjada por Werner Sombart, sobretudo quando se referia ao capitalismo moderno e às suas determinações imanentes. Pode, pois, ser tida em consideração essa referência específica: partindo do princípio da predominância da política sobre a economia e do regresso à ideia de Estado autêntico, da sua soberania e autoridade concretizadas num conjunto de estruturas adequadas, o desenvolvimento teratológico do capitalismo no sentido de uma produção infrene pode mesmo ser limitado com o objectivo último de reconduzir tudo o que é economia à posição subordinada de meio e de domínio circunscrito numa hierarquia mais vasta de valores e de interesses.

Para completar as presentes considerações, podemos relacionar esse fim último com o seu conteúdo e dizer que, do nosso ponto de vista, o essencial seria chegar-se a um equilíbrio, a uma estabilidade, à suspensão do movimento ilimitado. Não se pode exigir isso ao Fascismo, que tinha diante de si a difícil tarefa de reestruturação económica, industrial e social da nação, e isso, abstraindo dos projectos expansionistas ligados a certa aspiração à grandeza, mais que ao splendid isolement autárquico. Nestas condições, era natural uma orientação activa e dinâmica, um impulso para a frente, que chegou a ser enunciado na fórmula “parar é perder”, cujo carácter problemático compreendia a evidente implicação anti-autárquica consistente em aceitar sem medidas defensivas a inserção num processo global de condicionamento.

A questão última, a de um ideal de civilização a escolher de modo definitivo ou a sua adopção como regra geral, não chegou, pois, a ser posta. Seria caso para perguntar até que ponto o Fascismo sentiu a vocação de ir contra a corrente do movimento geral que conduz o mundo moderno para o que se considera progresso, mas a que mais valeria chamar “fuga em frente” (Bernanos), dada a verdadeira significação interna desse mundo. Em certo momento, até que ponto a orientação justa não teria consistido em virar-se para o chamado “imobilismo”, termo usado pelos que confundem estabilidade e limite positivo voluntário com imobilidade e inércia, e reconhecer que pôr travões à direcção horizontal do futuro, à evolução no sentido material, técnico e económico, aos processos que acabam por escapar a todo o controle, era a condição de um progresso autêntico, de um movimento vertical, de realização das possibilidades superiores e da verdadeira autonomia da pessoa. Em suma, retomando uma fórmula conhecida, a condição de realização do ser, indo mais além do bem-estar.

- Julius Evola, "O Fascismo visto da Direita"

A autarquia económica (I)

Passando a outro ponto, o que diz respeito à economia nacional e às suas relações com o estrangeiro, é comum em muitos meios condenar o princípio fascista da autarquia e considerar esta absurda. Pessoalmente, não estamos de acordo com semelhante condenação.

No domínio das nações, e não menos no das pessoas, um dos maiores bens é a liberdade, a autonomia. Essa exigência foi afirmada de modo especial por Mussolini ao afirmar: “Sem independência económica, a autonomia da nação fica comprometida. Mesmo o povo de elevadas capacidades militares pode ser vergado pelo bloco económico” (1937). Segundo ele, pois, a nova fase da história italiana devia “ser dominada por este postulado: tão depressa quanto possível, conseguir-se o máximo de autonomia na vida económica da nação” (1936). Falar de “mística da autarquia” (1937) tem de ser levado à conta de um abuso da palavra mística que caracterizou os últimos anos do Fascismo. Entretanto, apoiando-nos na própria origem da palavra, poderia falar-se de ética da autarquia: vem-nos da antiguidade greco-romana, especialmente das escolas estóicas, que professavam a ética da independência e da auto-soberania da pessoa, valor que sempre se jurava seguir quando se tornava necessário o severo princípio de abstine e substine.

O princípio fascista da autarquia pode ser considerado, pois, uma espécie de extensão dessa ética no plano da economia nacional. Se necessário, manter um nível geral de vida relativamente baixo, adoptar a austerity, que, aliás, num contexto diferente, foi praticada aqui e ali por outras nações depois da guerra, mas garantir o máximo de independência, orientação que aprovamos sem hesitar. No caso de uma nação de recursos naturais limitados como a Itália, o regime de autarquia e austeridade inscrevia-se precisamente na direcção justa. Relativamente ao curso da vida nacional, achamos perfeitamente normal uma situação oposta a tudo o que hoje temos: entre outras coisas, aparente prosperidade geral e despreocupação no dia-a-dia acima das possibilidades de cada um, défice assustador do orçamento de Estado, instabilidade sócio-económica extrema, inflação galopante e invasão de capital estrangeiro, cujas consequências se traduzem em múltiplos condicionamentos visíveis e invisíveis.

Naturalmente, não é necessário ir muito longe no sentido contrário. A analogia que a todos os níveis nos oferece o comportamento de um homem digno desse nome, serve-nos de guia. Esse homem pode favorecer o desenvolvimento do corpo e o bem-estar físico sem com isso se tornar escravo. Sempre que necessário refreia certos impulsos, mesmo ao preço de sacrifícios, e obriga-os a obedecerem a exigências mais elevadas: é indiferente a esse homem enfrentar tarefas que reclamam tensões especiais. Para tornar possível o que corresponde à própria orientação no plano nacional é que devem estabelecer-se relações justas entre o princípio político do Estado nacional orgânico e o mundo da economia, a parte corporal do Estado.

- Julius Evola, "O Fascismo visto da Direita"

Montaña y Tradición

Um blogue a visitar.

Solstício de Verão

A Legião Vertical celebrou no passado fim-de-semana de 19-20 de Junho mais um Solstício de Verão com a realização da já tradicional “Marcha dos Elementos”. Publicamos de seguida algumas fotos de mais estas jornadas de convívio e camaradagem:











Os corpos de «elite»


Tácito, na sua Germanie, descreve «sociedades de homens» nascidos da luta e consagrados a Odin, deus da vida soberana e da guerra. São eles os Catos e os Harias. Depois deles, houve os hoplitas de Esparta, os legionários romanos, os cavaleiros teutónicos, os mosqueteiros cinzentos, a guarda imperial, os cadetes da Santa Rússia. Outros tantos golpes poderosos assestados sobre a bigorna da história. Outros tantos sonhos tornados realidade. Pelo sangue derramado.
Tudo isso se confunde num eterno passado-presente — no entrelaçado do tempo. Cameron, Maratona, Lepanto, Estalinegrado, Bir-Hakeim, é ao mesmo tempo ontem, hoje e amanhã. Como tudo o que, na história, tem voz, e está vivo.
Nas edições André Balland, a colecção «Corps d’élite» foi confiada a um antigo combatente da Argélia: Dominique Venner. Dez volumes apareceram já: Les Samourai, Les Marines, La Légion, Les Paras, La Haganah, Les Waffen SS, Les Cosaques, L’Afrika Korps; Les Commandos e Les Chevaliers Teutoniques. São aventuras e combates. Mas também evocações de um tipo de homem fora do comum.
É preciso não alimentar ilusões. Um corpo de elite não se define como tal senão quando o exército, tomado no seu conjunto, já não é um exército de elite. É então que o corpo de elite se torna a sua quinta essência e o seu modelo. O corpo de elite recorda a época em que todo o exército era à sua imagem porque composto, no essencial, por voluntários.
Ao soldado, que exercia a profissão das armas para receber um «soldo», opunha-se o guerreiro — o qual, longe de estar encarregado apenas da protecção da sociedade civil, constituía o verdadeiro núcleo da organização social. O dever (para todos) do serviço militar, produto da democratização da guerra, não havia ainda substituído o direito (para alguns) de trazer armas. É neste sentido que a existência de unidades de elite na época contemporânea traduz também a decadência da coisa militar e a evolução dos exércitos regulares. E não será um acaso que os Estados Unidos, o país ocidental mais instintivamente antimilitarista, porque o mais fundamentalmente hostil a toda a sociedade hierárquica, criaram os marines, que são, simultaneamente os seus reprovados (aqueles que são escondidos por serem os mais diferentes) e o seu último recurso.
O soldado de elite droga-se com a vida um pouco forte. Suprema indiferença. «Em Esparta», recorda Maurice Bardèche, «a educação não tinha outro objectivo que não o de exaltar a coragem e a energia. Aos 12 anos, começava o treino viril. Vida colectiva, cabelos cortados curtos, leito de junco que cada um fazia, pés nus para andar e correr, túnicas sem qualquer outra espécie de roupa interior, corpos nus durante os exercícios no estádio» (Sparte et les Sudistes).
François d’Orcival descreve uma parada entre os marines: «Movimentos cruzados, em quadrados, em círculos, em linha. Bailado terrível de fuzis e de homens que nada acompanha. Os guerreiros sós. Mas solidários, aparentados, do mesmo sangue. Estranhos ao mundo. Reparai como eles se assemelham: o mesmo sorriso de criança grave gravado na cara de um homem que já levou a melhor sobre a morte».
Dar uma absoluta confiança em si próprio. Mas em primeiro lugar, como no estádio, ultrapassar a fadiga, ir até aos limites do esforço. Encontrar-se arquejante, semimorto, no fim das suas próprias energias, com o orgulho de haver realizado o impossível e de se conhecer verdadeiramente. A guerra: os Jogos Olímpicos a todo o momento. Tendo, por árbitro, a bala e a faca.
Entre os marines, o Yes sir!, fornece o élan. «A instrução dura oito semanas», diz o Drill Instructor aos seus alunos. «Durante esse período, as três respostas mais importantes que vocês terão de dar são: Sir, Yes sir, No sir!». Começa-se por se pensar que o sargento é um pouco atrasado mental. Mas depois, começa-se a perceber. Ao fim de quatro semanas, «o sargento torna-se um deus aos olhos dos seus rapazes. Um deus, um diabo, um leão. Porque tem fibras de aço no coração, porque é o melhor em tudo, porque anda com os outros, porque bebe mais do que os outros. Porque nada lhe faz medo».
Liberdade, igualdade, fraternidade: apenas no terreno isso se torna verdade. «Na Haganah, as graduações não dão direito a qualquer privilégio. Para além do de partir ao assalto à frente dos seus homens, gritando Aharaï (‘Segui-me!?)», assinala Thierry Nolin.

Uma lei que nunca foi escrita

O exemplo? Jean Mabire e Yves Bréheret citam o de um piloto kamikaze que se vai esmagar sobre o porta-aviões aliado. «Ele pica com toda a força dos seus motores e da sua vontade. Não quer pensar em nada mais do que nesse navio inimigo que cresce e que ele não deve falhar. Por nada no mundo. Ele é o chefe e o exemplo. Sente contra a sua coxa o punho do seu sabre de samurai. Os segundos parecem séculos. Pica. Neste momento ele é, por si só, todo o Japão. Ele devém, simultaneamente, um torpedo e uma nação.»
Drieu la Rochelle dizia: «Há muita acção no homem de sonho, e muito sonho no homem de acção».
Um dia em que o imperador do Japão tinha dirigido uma mensagem em que fazia o elogio a um dos seus grandes servidores, este, lendo-a, apercebeu-se de que esta estava redigida no passado. Compreendendo a alusão, fez seppuku («hara-kiri») para pôr de acordo os factos com o tempo dos verbos.
O soldado das tropas de elite encarna as virtudes do seu país, levadas ao paroxismo. Mas poderemos dizer que ele tem uma pátria? Ele é a sua própria pátria. Na beira de uma pista de aterragem, à altura de Khé-Sanh, uma tabuleta proclama: Home is where you dig it («Tu pertences ao sítio onde cavares a tua sepultura»).
Guadalcanal, Iwo Jima, Arnhem: o mesmo tipo de homens dos dois lados. Não será por acaso que os pára-quedistas franceses retomaram os cânticos graves e profundos do outro lado do Reno; e que o chefe da FLN Amirouche, morto em 1959, usava a boina dos «Bigeard’s Boys». Apenas se combate o bom combate entre homens da mesma classe — e que se estimam. Energia contra energia, músculo contra músculo: a única igualdade concebível. (É por essa mesma razão que o duel é o combate de toda a aristocracia.) Pára-quedistas franceses e alemães, cadetes soviéticos, heróis do Japão eterno: todas estas faces geladas têm algo de fraternal, numa época em que a «moralidade» da guerra exige que o adversário se torne no Mal em si mesmo. Apenas com aquela atitude poderão as pessoas sorrir-se no momento de se matarem entre si.
Um pára-quedista não é, apenas, um «aerotransportado». O espírito pára cria-se em dez segundos. No momento do primeiro salto. Nesse momento, o medo é pago pelo seu cêntuplo. Erwan Bergot explica porquê. «Porque, a partir de então, o mundo divide-se em duas partes: os que saltam e os outros, os ‘rabos de chumbo’…»
A incorporação nos marines começa pelo cabelo rapado à máquina zero. «Desta primeira limpeza», escreve d’Orcival, «os voluntários saem feios, desgraçados, inferiores: as orelhas a abanar, as cabeças cheias de bossas, informes, e os olhos vagos onde não cintila sequer uma pequena luz. É de propósito. Eles são iguais na fealdade. Deixam de ter alguma coisa de si próprios. O outro mundo afasta-se, e eles não podem voltar atrás. Ninguém os reconheceria. Ei-los marcados».
Humilhados? De forma alguma. «Para mostrar bem aos novos que eles penetram numa casta, é preciso começar por reduzi-los ao estado de escravos, para que de seguida eles se elevem apenas segundo os critérios dessa casta.»
Após terem sido arrastados até ao ponto mais baixo da escada, eles vão poder dominar o mundo.
A psicologia do corpo de elite é uma psicologia de grupo. O espírito de corpo não se encontra muito longe da moral dos gangs. Lei do milieu? Talvez. O pelotão é como a patrulha, o bando, a tribo, o clã do «Livro da Selva». «Somos do mesmo sangue, tu e eu.»
A lei exige que se leia um extracto do código aos marines que se alistam. Faz parte dos seus direitos. Mas um instrutor acrescenta logo de seguida: «Aqui, não há senão uma lei: a nossa. Esta lei ninguém alguma vez ousou escrevê-la. Porque é a lei do sangue».
Repetir-se-lhe-á mais tarde: You ain’t ever sorry for nothing you do in the marine corps («Jamais terão de se desculpar pelo que fizerdes nos marines.») E os símbolos acrescentam-se ao vocabulário de tradição. Armaduras terrificantes, runas prateadas, camuflado, tudo concorre para soldar os homens em um só bloco. Os soldados comungam com as suas armas como cavaleiros recentemente armados. A boina merece-se como uma legião de honra. E o bivaque Bigeard, meio Afrika Korps, meio Sherlock Holmes, vale muito dinheiro no mercado das recordações.
«Vermelho ou verde, preto ou kaki», escreve Erwan Bergot, «desde à cerca de trinta anos que a boina permanece como o símbolo dos pára-quedistas. Pô-la na cabeça significa aceitar, ao mesmo tempo, as obrigações e os riscos, mudar, simultaneamente, de pele e de mentalidade».

O segredo da Ordem

Para o homem do corpo de elite a honra fundamenta-se, necessariamente, sobre a fidelidade: é a fórmula de Código Saxão. Divisa de Louis d’Estouteville, na época da Guerra dos Cem Anos: «Lá onde se encontra a honra, lá onde se encontra a fidelidade, lá apenas está a minha pátria». Da legião: «Honra e fidelidade». Dos marines: Semper fidelis. Da SS: Mein Ehre heisst Treue («A minha honra chama-se fidelidade»).
«Estou pronto a consentir qualquer sacrifício», diz o soldado do Irgoun prestando juramento, «mesmo o da minha vida, dando sempre a precedência ao Irgoun sobre os meus pais, os meus irmãos, as minhas irmãs, a minha família, até que construamos um Israel soberano ou que a morte me separe das nossas fileiras». (Podia-se já ler, na Bíblia: «Quando o teu irmão ou o teu filho, ou a tua mulher bem-amada, ou o amigo íntimo que amas de todo o teu coração te quiser seduzir dizendo-te em segredo: ‘Vamos, e sirvamos outros deuses’, tu não deixarás de o matar». Deut. XIII, 6-9.)
Aí por 1957, o general Chesty Puller declara: «O amor aos marines é mais forte do que o amor à pátria, o instinto de conservação ou a fé na sua religião».
— O soldado do corpo de elite não despe nunca completamente o uniforme, diz Dominique Venner. É um iniciado. Suportou provações que fazem dele um outro homem. Descobriu o segredo da Ordem. É o depositário do Graal.
Para ele, muitas vezes, as coisas «acabam mal». E pode-se dar por muito feliz quando não tem de comparecer perante o Tribunal de Guerra (Mathew McKeon), ou em Tribunal de Segurança do Estado (Roger Degueldre). A maioria das vezes é, contudo, o inimigo que ajusta as contas. As elites guerreiras vivem na recordação das suas festas sangrentas mais do que na das suas vitórias. A Haganah nunca mais esqueceu o sacrifício dos Zelotas de Massada. A legião continua a festejar Camerone. Para não falar em Arnhem e Fort-Alamo. Mas entretanto, é necessário durar até à queda.
Ao longo de toda a instrução, o cadete prepara os seus esponsais com a morte. O samurai, a sua «banda de resolução» a cingir-lhe a fronte, olha-a bem de frente. Um sargento dos marines disse um dia: «A morte deve ser magnífica». «Se a morte nos corta o caminho», cantam os paras, «nós desejaremos fazer escola».
De onde um certo romantismo que pode ser prejudicial a uma certa eficácia: vale mais uma bela derrota do que uma triste vitória. Trotsky dizia: «O primeiro dever de um revolucionário é o de sobreviver». Questão de estilo. Há cães vivos e leões mortos.

Um ritmo desconhecido

O soldado de elite age à margem na fronteira em que a morte e a vida ombreiam. É verdade que ele mata com a mesma indiferença com que morre. «Juda reerguer-se-á pelo fogo e pelo sangue», diziam os fundadores da Haganah. E quando é dito aos marines «Get your job done properly» («cumpri a vossa tarefa limpamente») isso quer apenas dizer: «sem bravatas». Amor puro e simples de um certo estilo de vida. Nietzsche: «O que se faz com amor, faz-se sempre para além do bem e do mal».
Por mais que se tente representar o combatente de elite sob os traços de um criminoso ou de um patife, os nossos contemporâneos não se podem defender, no que a eles respeita, de um certo fascínio: as multidões aplaudem sempre a legião. Há nela algo que brilha com um sombrio e misterioso clarão. Como um tambor que rufa a um ritmo pesado e desconhecido.
Na véspera da batalha de Okinawa, um jovem samurai despede-se da sua família. Será morto no dia seguinte. Num curto poema, escreve: «A vida não admite mais do que um caminho. O de se manter fiel ao seu destino». Após ter lido este texto, a sua mãe acrescenta alguns versos: «Que tu partas, e que nós fiquemos, é o teu bem que te dita o caminho. Quem se poderia lamentar?». E, por sua vez, o pai traça estas duas linhas: «Deves perecer, e a tua alma será imortal. Tenho de te felicitar pela tua partida». Tudo está dito — tudo o mais é silêncio.
Um alferes pára-quedista, citado por Erwan Bergot, afirma com orgulho: «Quando trazemos na cabeça uma boina encarnada, não temos necessidade de nos perguntarmos sobre o que quer que seja. Porque se formos uns angustiados, então mais vale ir para a Manutenção Militar ou para o Serviço de Material». Este tipo de declarações origina sempre o sarcasmo dos «rabos de chumbo». É que o mundo dos corpos de elite é, também, o das verdades simples. A sua moral não é do tipo utilitário. O para que salta, com o coração a bater na boca do estômago; o samurai que, sem o mínimo tremor, oferece a sua cabeça para ser decepada; o marine, olhou perdido no horizonte, indiferente às injúrias do instrutor — será que eles se perguntam «para que é que isto serve?».
E porque seria necessário que isso servisse para alguma coisa? Outrora, os marines usavam um pedaço de coiro que lhes mantinha a nuca inteiriçada. O general Vandergrift, que em 1946 teve de os defender perante o Congresso, declarou: «Pôr-se de joelhos não está na tradição do corpo». Justificar-se? Noblesse se tait.

- Alain de Benoist (in «Nova Direita, Nova Cultura»)

Julius Evola – Presente!

Como todos os anos, a Legião Vertical evocou hoje, em cerimónia, mais um aniversário da morte do Mestre.

O “estilo” que deve tomar relevo é o de quem se mantém em posições de fidelidade a si mesmo e a uma ideia com uma intensidade total, com repulsa por qualquer compromisso, num empenhamento completo que se deve manifestar não apenas na luta política, mas em todas as manifestações da existência: nas oficinas, nos laboratórios, nas universidades, nas ruas, na própria vida pessoal e afectiva. Deve atingir-se o ponto em que o tipo de que falamos e que deve ser a substância celular do nosso ordenamento, seja bem reconhecível, inconfundível, diferenciado, e dele se possa dizer: “Trata-se de alguém que actua como um homem do Movimento”.

(…)

Além disso, é importante, é essencial, que se constitua uma elite que defina a Ideia, em função da qual nos devemos unir, com intensidade firme, rigor intelectual e absoluta intransigência e que afirme essa ideia sobretudo sob a forma de um homem novo, do homem da resistência, do homem de pé entre as ruínas. Se é possível ultrapassar este período de crise e de ordem ilusória, apenas a esse homem pertencerá o futuro; se, porventura, não puder ser detido o destino que o mundo moderno deu a si próprio e que agora o arruína, em tal situação as nossas posições internas serão mantidas: suceda o que suceder, o que deve ser feito será feito, pois pertencemos àquela pátria que nenhum inimigo conseguirá ocupar ou destruir.

― Julius Evola, Orientações

Boletim Evoliano, núm. 9 - Brevemente!

Hitler, num discurso pronunciado em 1933 em Nuremberga, reconheceu correctamente que a forma física nórdica nem sempre se acompanha de elementos espirituais correspondentes, de tal modo que, a este respeito, o critério decisivo deve ser dado pelo exame da atitude da alma e do espírito, pelo carácter, pelas obras.

19/05/1898 – 11/06/1974

A civilização moderna representa uma perversão

«A civilização e a sociedade moderna representam uma perversão essencialmente pelo seguinte motivo: pelos caracteres de uma hipertrofia teratológica de certos valores em relação aos restantes. Não é certamente a primeira vez na história que se manifestam anomalias, no sentido de desenvolvimentos unilaterais das possibilidades mais inferiores, mais “humanas”, mais materialistas em relação àquelas que, num tipo normal e espiritual de Estado, definiam os estratos sociais superiores e dirigentes. Mas então tratava-se sempre de manifestações esporádicas, cujo carácter negativo era claro para todos. O que por sua vez caracteriza a sociedade moderna é uma racionalização e uma naturalidade do anormal. Que tudo hoje tenha que ser medido nos termos daqueles valores, que antigamente eram próprios tão-só das castas inferiores, que não se saiba pois pensar senão em termos de “economia”, ou de “trabalho”, ou de “política” (em sentido materialista e secularizado), ou de “rendimento”, ou de “serviço”, ou de “colectividade”, e assim sucessivamente, também quando se trata de problemas de uma ordem totalmente diferente, parecia até há pouco totalmente natural, e parecia natural que tudo o resto fosse considerado “abstracção”, “utopia”, “idealismo inane”, “anti-historicismo” próprio de quem não tem o que fazer. O problema reconstrutivo é portanto acima de tudo um problema de limite, ou seja, de circunscrição; depois é um problema de integração, de compensação, de hierarquia. Trata-se, digamo-lo assim, de travar uma força, que é devastadora quando desencadeada, até às suas últimas consequências, e que transporta consigo tudo o resto: trata-se de sujeitá-la a leis válidas não em sua função, mas em função de interesses e princípios mais elevados. Para tal fim há que limpar o campo de todas aquelas formações políticas e de todos aqueles mitos sociais que, partindo do inferior, têm a ilusão de poder criar uma ordem, que é momentânea, contingente, violenta, uma vez que provem justamente das formas últimas da queda da ideia de Estado: representando efectivamente emergências do irracional, privadas da luz de qualquer verdadeiro princípio.»

— Julius Evola, «A reconstrução da ideia de Estado», in Lo Stato, Abril de 1934

O Estado Tradicional

O Estado tradicional é orgânico, não totalitário. É diferenciado e articulado e admite zonas de autonomia parcial. Coordena e faz participar na unidade superior forças a que reconhece liberdade. Precisamente porque é forte, não tem necessidade de recorrer à centralização mecânica: esta só é reclamada se tem de controlar uma massa informe e atómica de indivíduos e de vontades, o que, entretanto, faz com que a desordem não possa ser verdadeiramente eliminada mas contida provisoriamente. Segundo a feliz expressão de Walter Heinrich, o Estado autêntico é omnia potens, não omnia facens, isto é, detém no centro um poder absoluto que pode e deve fazer valer sem entraves em caso de necessidade ou de decisões últimas e que vai além do fetichismo do chamado “Estado de direito”. Não intervém em tudo, não impõe a vida de caserna (no sentido negativo) nem conformismo nivelador em lugar de reconhecimento livre e lealdade, como não procede a intervenções impertinentes e imbecis do domínio público ou estatal no domínio privado. A imagem tradicional corresponde à gravitação natural de sectores e unidades parciais em redor de um centro que governa sem constrangimentos, que actua por prestígio, de uma autoridade que certamente pode recorrer à força, mas da qual se abstém o mais possível. A prova da força efectiva do Estado é dada pela margem concedida à descentralização parcial e racional. A ingerência sistemática do Estado não pode ser um princípio, a não ser que se trate de socialismo de Estado tecnocrático e materialista.
Por contraste, a missão essencial do Estado autêntico é criar um determinado clima geral, em certo sentido imaterial, como foi próprio a todos os regimes da época precedente. É a condição necessária para que tal sistema, onde a liberdade é sempre o factor fundamental, tome forma de modo praticamente espontâneo e funcione de maneira justa, com um mínimo de intervenções rectificadoras.

- Julius Evola, "O Fascismo vista da Direita"

O posto intermédio do nacionalismo

Em muitos fenómenos políticos contemporâneos é visível uma certa ambiguidade, que os torna susceptíveis de valer tanto como formas pertencentes à direcção descendente, quer como apoios para uma reconstrução. O primeiro destes fenómenos é o nacionalismo. Indicamos já num outro artigo em que sentido a afirmação do fenómeno nacionalista constituiu uma queda: na medida em que o mesmo significou o advento do colectivo democraticamente auto-organizado, substituindo a unidade de tipo aristocrático-espiritual por uma forma totalmente laica e secularizada, colocando como supremos os valores que apenas a raça, o sangue, a terra ou a história em sentido inferior podem definir, quase que ressuscitando o totemismo: tal como no totemismo, neste nacionalismo demagógico o sujeito tem que sentir-se, acima da sua dignidade de pessoa, como grupo, colectividade, facção. (…) Tomado neste seu aspecto, o nacionalismo encontra o seu lugar no processo de queda quadripartida explicado por nós, entre a época do domínio da terceira casta (época dos “mercadores”, capitalismo, liberalismo, plutocracia) e a época do domínio da última casta (bolchevismo) (1). Mas justamente neste último é possível conceber um nacionalismo de tipo diferente que, em semelhante posto intermédio, se possa encontrar não em sentido descendente, mas voltando a ascender. Tal é o nacionalismo que tem valor não pelo aspecto de “colectivização” interna, mas sim pelo aspecto da diferenciação externa, ou seja, como força que se recupera do colapso colectivista-internacionalista, reage contra o mesmo, estabelece novas e firmes circunscrições dentro das quais deve manifestar-se uma função organizadora em sentido superior, uma força diferenciadora de tipo superior, ou seja, espiritual.

– Julius Evola, El Estado Tradicional, Ediciones Heracles, Argentina, 2002, pp. 73-75.

1. Ver “A Doutrina das Quatro Idades”, in Boletim Evoliano nº 2.

A Legião é a nossa Ordem

Vestimos uniforme e não somos soldados,
Marchamos e não somos soldados,
Treinamos, lutamos, e não somos soldados,
Obedecemos e não somos soldados,
Ordenamos e não somos soldados,
A disciplina é nossa vida e não somos soldados,
Honramos os nossos camaradas e não somos soldados,
Combatemos, vencemos, morremos e não somos soldados.

Oramos e não somos monges,
Jejuamos e não somos monges,
Penitenciamo-nos e não somos monges,
Cumprimos o Rito e não somos monges.

Sou Guerreiro, sou Legionário,
Metade monge, metade soldado!

E porque "a Fidelidade é mais forte que o Fogo", de novo lá estaremos tendo o Sol como testemunha

A Legião Vertical realizou no passado fim-de-semana de 24 e 25 de Março a sua celebração do Equinócio de Primavera. Algures no interior transmontano, num ambiente familiar e de camaradagem, assinalamos a passagem de mais um equinócio.

O primeiro dia iniciou-se cedo pela manhã, com a partida em direcção ao nosso destino transmontano, ao qual chegamos à hora do almoço. Após a instalação numa antiga escola primária, agora transformada em empreendimento de turismo de habitação/rural, fizemos uma refeição leve e demos início ao nosso recheado programa de actividades.

A primeira actividade consistiu numa introdução ao Ikebana, a arte dos arranjos florais japoneses, organizada pelo Núcleo de Arte e Tradição (NAT). De seguida procedemos à realização de vários exercícios de Tai-Chi-Chuan, uma arte marcial interna, até meio da tarde, altura em que fizemos uma pausa para repousar e lanchar, tendo retomado o nosso programa por volta das 17:30, com a realização de vários exercícios de artes marciais (com e sem bastão) até ao final da tarde. Após o merecido repouso, seguiu-se, por volta das 20:00, um animado jantar, que consistiu de saladas e auto serviço de Raclete (queijo suíço derretido c/batatas) . Por volta da meia-noite, e já depois de arrumarmos as mesas e a cozinha, realizou-se um “brinde romano”, cerimónia plena de ritual e solenidade. Leram-se breves palavras alusivas à cerimónia e ao seu significado e evocaram-se os nossos melhores exemplos ancestrais (desde os 300 espartanos das Termópilas até aos cruzados cristãos da era medieval). O primeiro dia de actividade deu-se por encerrado já cerca das 2:00, já que antes de recolher às camaratas os homens fizeram ainda uma guarda de dois turnos à casa.

O segundo dia iniciou-se ainda mais cedo, uma vez que por volta das 7:00 estávamos já todos de pé e preparados para saudar o Sol, que deveria nascer por volta das 7:30. Metemo-nos ao caminho, sendo que o frio e o vento que se faziam sentir não foram suficientes para nos demover da caminhada que nos levaria até ao cimo dum monte próximo do local onde nos encontrávamos. Já no topo do monte aguardamos pacientemente, em formação, até que o disco solar surgisse totalmente no horizonte, altura em que saudamos o Sol “romanamente”. A ocasião serviu também para que alguns legionários renovassem o seu juramento de fidelidade para com a Legião. De seguida regressamos “à base” para tomarmos o pequeno-almoço e nos prepararmos para uma caminhada até à hora de almoço. Após uma breve exposição de algumas noções básicas de orientação e cartografia iniciamos a nossa caminhada que nos ocuparia toda a manhã. Por volta das 13:30 chegamos ao local onde almoçaríamos um fausto arroz de feijão e costelas na brasa. Mais uma vez, e como não podia deixar de ser, a refeição decorreu num ambiente animado e de camaradagem. No final da refeição, e após um período de repouso, realizou-se uma pequena cerimónia de atribuição de “prémios” a alguns dos elementos presentes pelo seu contributo em prol da Legião.

Estas jornadas, propositadamente intensas do ponto de vista físico, como forma de nos recordar que a vida é Milícia e a nossa missão é Servir, foram, sem dúvida, um tónico revigorante do ponto de vista espiritual. Brevemente haverá mais!

A natureza demoníaca da economia

A economia actuou na essência inferior do homem moderno e através da civilização por ele criada, tal como o fogo se transmite de um ponto para outro, enquanto não arde tudo. E a correspondente "civilização", partindo dos seus focos ocidentais, difundiu o contágio a todas as terras ainda sãs, trouxe a inquietação, a insatisfação, o ressentimento, a incapacidade de se possuir um estilo de simplicidade, de independência e de comedimento, a necessidade de avançar sem parar e cada vez mais rapidamente no seio de todas as camadas sociais e de todas as raças; ela foi empurrando o homem cada vez mais longe, foi-lhe impondo a necessidade de um número cada vez maior de coisas, tornou-o portanto cada vez mais insuficiente e cada vez mais impotente - em cada nova invenção, cada nova descoberta técnica, em vez de ser uma conquista, marca uma nova derrota, é uma nova chicotada destinada a tornar a corrida ainda mais rápida e ainda mais cega. É assim que as diferentes vias convergem: a civilização mecânica, a economia soberana, a civilização da produção e dos consumos coincidem com a exaltação do devir e do progresso, do impulso vital ilimitado – em resumo com a manifestação do "demoníaco" no "mundo moderno".

- Julius Evola

Como construir um espírito de equipa?

O segredo do sucesso de qualquer grupo humano, quer seja um partido, uma associação ou simplesmente um grupo de amigos, passa quase sempre por um forte espírito de equipa. Mas como se cria este espírito de equipa?

As unidades militares de elite são um exemplo perfeito de organizações ou grupos no qual o espírito de equipa é fundamental (trata-se, de facto, de uma questão de vida ou morte). Vamos por isso recorrer ao que a literatura especializada da área tem dito sobre este tema.

«Pequeno é lindo»

A pesquisa feita durante a Guerra da Coreia chegou à conclusão de que o tamanho ideal para um grupo de combate era o algarismo, de preferência em número entre 3 e 8, sendo que 5 foi considerada a dimensão ideal.

Isto acontece porque quando um grupo cresce demasiado a coesão interna do mesmo tende a diminuir acentuadamente. Isto fica a dever-se ao facto de a unidade ser tão grande que se torna impossível que todos os seus membros tenham contactos entre si e desenvolvam laços pessoais.

Na ausência destes laços pessoais de confiança, o grau de variação das atitudes e expectativas dentro do grupo tende a ser bastante grande, conferindo pouca homogeneidade ao grupo e, consequentemente, pouca coesão, o que se traduz numa certa “descoordenação”. Na realidade, quando um grupo é mais pequeno, o grau de homogeneidade é maior, e todos tendem a pensar do mesmo modo, o que elimina as tensões próprias de grupos maiores, em que uma parte do grupo pretende agir de um modo e outra parte de outro. O grupo pequeno tem por isso menos tensões internas e um grau de identificação entre os seus membros maior.

Os Marines, por exemplo, regem-se pela chamada “regra de três”, que significa que cada líder nunca tem mais do que três homens ou unidades sob a sua responsabilidade directa. O que isto significa, na prática, é que cada um sabe perfeitamente quais são as suas responsabilidade perante quem, o que cria uma relação apertada uns com os outros e uma dedicação para com a rede imediata de três. Já o SAS utiliza o chamado sistema “buddy-buddy” (parceiro-parceiro), em que cada homem é responsabilizado por proteger o parceiro e assumir o seu lugar caso seja necessário. O que isto significa é que cada homem sabe que há alguém a olhar por ele, criando um efeito psicológico de segurança.

Autodomínio

O autodomínio é outro elemento fundamental para o sucesso de um grupo, já que o comportamento em grupo tende a ser menos controlado que o comportamento individual. Assim, um grupo pode ser muito mais facilmente afectado por emoções fortes, como a raiva cega, do que um indivíduo isolado. Além disso, os grupos tendem a ser emocionalmente mais tensos e a permanecer assim durante mais tempo do que os indivíduos. Basta pensar que as atrocidades de guerra são quase sempre cometidas em grupo e muito raramente por indivíduos isolados.

A melhor forma de conferir a um grupo um elevado grau de autodomínio passa pelo treino recebido, que deve ser tão duro e realista quanto possível, não só para enrijecer os homens de um ponto de vista físico mas também psicológico, habituando-os a ligar com o stress e a violência, de modo a que estes se tornem parte normal do seu comportamento.

Sentido de comunhão

Mais uma vez, a pesquisa feita durante a Guerra da Coreia demonstrou que os grupos mais eficazes eram aqueles que apresentavam um elevado sentido de comunhão e identificação entre os seus membros e a unidade. Mas, como é natural, é impossível obrigar os homens a gostar uns dos outros. Esse sentido de comunhão só pode ser atingido através de várias experiências, rituais e comportamentos que as unidades de elite fomentam. Vejamos quais:

- Pertencer a uma elite

O sentimento de pertencer a uma elite, a uma tropa especial e diferente da tropa comum, é um poderoso elemento de identificação entre os membros da unidade de elite. Por forma a reforçar este sentimento de pertença, por um lado, e de diferenciação, por outro, são utilizados uniformes e insígnias especiais bem como expressões pejorativas para designar os outros. Os membros do Regimento Britânico de Pára-quedistas, por exemplo, referem-se a todos os outros regimentos como “crap hats” (chapéus de merda, em alusão às boinas caqui).

Por outro lado, a tropa de elite comporta-se como uma grande família, prestando auxílio mútuo a todos os seus membros, independentemente de ainda se encontrarem no activo ou não, seja em termos financeiros ou pessoais.

- Sobreviver ao treino

O treino de elite é extremamente duro e a simples experiência de partilhar as mesmas esperanças e suportar tribulações e dificuldades cria um laço muito forte entre os soldados. Além disso, a dureza do treino exclui, naturalmente, aqueles que não se adaptam e apresentam tendências anti-sociais prejudiciais ao grupo.

- Sobreviver ao combate

O combate, a experiência de enfrentar a morte em conjunto, cria também um laço muito forte entre os homens. São conhecidos casos de soldados que morrem a tentar recuperar os corpos de camaradas caídos, tal é o espírito de corpo que se estende para além da vida.

- Rituais

Finalmente, os rituais próprios dos corpos de elite proporcionam mais um elemento de coesão e identificação. São, a este respeito, especialmente relevantes as cerimónias de iniciação e o enterro dos mortos. As cerimónias, muitas vezes vistosas ou complexas, conferem à unidade um sentimento intenso de orgulho nas suas capacidades.

O membro da equipa de elite

Já vimos alguns dos elementos indispensáveis à construção de um forte espírito de equipa, só nos falta então ver quais as características típicas do membro da equipa de elite.

Primeiramente, o membro da equipa de elite não pode demonstrar características anti-sociais, falta de coragem, paranóia ou mitomania, já que estas características tendem a desmotivar e a repelir os restantes e a criar clivagens no moral e problemas de comunicação.

Pela positiva, chegou-se à conclusão de que os membros individuais do grupo deveriam possuir um quantidade significativa de características e experiências comuns. Além disso, um carácter aberto e afável, aliado a uma força mental capaz de resistir bem às adversidades é fundamental, já que este tipo de indivíduo tem o efeito benéfico de inspirar os outros à sua volta que, por sua vez, tentarão comportar-se à sua altura, imitando o seu comportamento. Outro factor que se descobriu ser relevante é a origem social (supostamente uma origem social comum implica a existência de uma “linguagem” comum sobre a vida e as experiências). Finalmente, um elevado grau de disciplina do tipo da caserna (alojamento limpo e arrumado, higiene pessoal, prontidão) parece também exprimir-se numa boa atitude de combate.

Nada de maçãs podres

Tudo o que vimos até agora pode resumir-se numa só ideia: nada de “maçãs podres”. O treino, os padrões de exigência, as dificuldades, etc., têm como consequência prática que quem não se adapta bem ao grupo não tem hipótese de chegar ao fim e fazer parte da equipa de elite. Maturidade, entrega, autodomínio, capacidade de sofrimento, vontade e persistência são características inerentes ao elemento de elite e tudo o que vimos até agora é concebido precisamente para refinar estas características naqueles que as possuem e excluir sem apelo nem agravo aqueles que se revelarem incapazes de as desenvolver.
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